Genevieve Glatsky, NYTimes
CALI, Colombia
EnergiesNet.com 17 n06 2022
En un hotel en Cali, una importante ciudad cerca de la costa Pacífico de Colombia, cientos de personas abarrotaron un salón de eventos para ver a la mujer al centro del escenario.
Con la mano en el corazón y un pequeño crucifijo de oro alrededor del cuello, Marelen Castillo, candidata vicepresidencial que hasta hace poco era prácticamente desconocida, volvió a explicar que se postulaba al cargo para ayudar a “tantas mujeres en Colombia que no tienen oportunidades”.
Hace unos meses, Castillo, quien tiene 53 años y un doctorado, era alta funcionaria de una universidad católica privada en Bogotá, la capital. Ahora es compañera de fórmula del empresario y político que se declara contra el poder establecido que, inesperadamente, quedó en segundo lugar en la primera vuelta de las elecciones más significativas del país en décadas.
El domingo, los colombianos votarán en la segunda vuelta y elegirán entre ese candidato, Rodolfo Hernández y Gustavo Petro, un senador veterano que intenta convertirse en el primer presidente izquierdista de la historia del país.
Sea cual sea el resultado, el país sin duda tendrá su primera vicepresidenta afrocolombiana: ya sea Castillo, docente y conservadora religiosa, o Francia Márquez, activista medioambiental y de justicia social.
Las dos mujeres tienen enfoques dramáticamente distintos de algunos de los problemas más urgentes del país: la desigualdad, el desempleo y la calidad del sistema de educación pública.
Mientras que Márquez ha puesto la justicia social y la inclusión en el centro de su plataforma —al discutir asuntos de racismo y clasismo de un modo que rara vez se discute en público—, Castillo ha centrado su mensaje en la mejora de la educación pública y el acceso a las oportunidades económicas, en particular para las mujeres.
En una entrevista entre eventos de campaña en Cali, Castillo relató que creció en una familia mestiza que se mezcló en armonía y en donde los parientes se reunían para cada cumpleaños, fiesta y primera comunión. Su padre es blanco y su madre negra. Pero la raza, dijo, no era algo de lo que se hablara.
“Y tal vez como crecimos en eso, no fuimos muy abocados a sentirlo así”, dijo sobre el asunto de la raza, “porque era la unión familiar”.
Entre los principios de la plataforma de Castillo están el aumento a los salarios de los maestros de las escuelas públicas, la inversión en educación deportiva y artística, así como la incorporación de mejores prácticas universitarias de otros países. Tanto Hernández como Castillo han dicho que si resultan electos, ella también será ministra de Educación.
Castillo también ha dicho que creará un grupo de trabajo para revisar la legislación sobre la educación superior en Colombia. No especificó qué cambios haría, pero dijo que cualquier ejercicio sería de naturaleza participativa.
Sandra Carrasquilla, de 52 años y simpatizante de Castillo en Cali, empezó hace poco a participar como voluntaria en la campaña de Hernández, luego de trabajar en la de la senadora de derecha María Fernanda Cabal. Le atrajo la fórmula, principalmente la hoja de vida de Castillo, “que es espectacular”, así como su calidez y mensaje de unidad.
“Es una mujer que se ha dedicado educarse y que tiene un carisma maravilloso”, dijo Carrasquilla, quien trabaja para una distribuidora de alimentos saludables. “Por eso me enganchó Marelen”.
Castillo creció en Cali, la mayor de cinco hijas, en una familia unida, católica y de clase media.
En el hogar la educación era prioridad. Su padre, que fue maestro de escuela, llevaba a las niñas a pie a la escuela todos los días y les enseñó a leer.
“Mi papá decía: ‘Las educo porque yo no quiero que después tengan que depender de alguien’”, dijo Milene Castillo, bioquímica y hermana de Marelen.
Castillo se lo tomó a pecho, consiguió becas y obtuvo cuatro títulos, entre ellos un doctorado en educación. En esa misma época trabajó como profesora de secundaria pública y más tarde fue vicerrectora de una universidad católica en Cali.
Ahí, Castillo se ganó la fama de gestora hábil y de ser “una persona supremamente inteligente”, dijo Santiago Arboleda, profesor de historia afroandina en la Universidad Andina Simón Bolívar en Quito, Ecuador, quien dictó cátedra durante años en Cali.
Hace 14 años, Castillo se mudó a Bogotá para trabajar en la Corporación Universitaria Minuto de Dios, una universidad católica dirigida a estudiantes de bajos recursos en zonas alejadas del país donde el acceso a la educación superior es limitado. Lideró el programa de educación virtual y a distancia de la universidad.
La educación ha seguido impulsando a Castillo ahora que se encuentra en primera fila de la política colombiana.
Mientras los electores se preparan para emitir su voto, las plataformas de campaña radicalmente distintas de Castillo y Márquez son reflejo de la brecha cultural en Colombia entre quienes exigen cambios sociales drásticos por un lado y, por el otro, quienes dicen que dichas demandas dividen a un país que necesita unidad.
Las dos mujeres están entre cinco afrocolombianos que fueron elegidos como compañeros de fórmula para los contendientes presidenciales, un récord en Colombia, donde los principales políticos son en su mayoría blancos, educados en el exterior y vinculados a familias influyentes.
Para muchos, ver a dos mujeres negras tan cerca de los pasillos de poder es una forma de “reconfigurar las narrativas de cuál es el lugar adecuado para una mujer afrodescendiente”, dijo Aurora Vergara, directora del Centro de Estudios Afrodiaspóricos de la Universidad Icesi en Cali.
Pero también ha suscitado cuestionamientos de los candidatos que intentan demostrar una representación de diversidad racial y al mismo tiempo evitan las discusiones sobre el racismo en Colombia.
En campaña, Márquez ha abierto la discusión nacional sobre la raza en un país donde el tema sigue siendo en su mayor parte un tabú. Atrae a miles de seguidores fervorosos a sus discursos, en los que llama a los colombianos a atender el sexismo y el racismo sistémicos.
En contraste, Castillo reconoce la existencia del racismo y el sexismo en Colombia, pero estos temas no forman parte central de su mensaje, a diferencia de lo que hace su contraparte en la izquierda. Más bien enfatiza la idea de crear más oportunidades para las mujeres.
“Hay que reconocer que Colombia es un país machista y ¿quién nos da la oportunidad a nosotras? Los hombres”, dijo Castillo a The New York Times. “Ahora nosotras tenemos que darle oportunidades a otras mujeres”.
Una de las críticas más comunes hacia Castillo es que no tiene experiencia en cargos públicos y que sería la segunda al mando para uno de los presidentes de más edad en la historia de Colombia. De ser electo, Hernández, de 77 años, tendrá por delante un mandato de cuatro años.
En campaña, él y Castillo no podrían ser más distintos.
Hernández es descarado, informal e impredecible y ha hecho tantas declaraciones ofensivas que un medio local hace poco recopiló un catálogo digital con el título de “Mire cómo Rodolfo Hernández lo ha insultado a usted”.
Castillo, por su parte, es mesurada en sus discursos y rara vez se aleja de la línea del partido. Ha defendido a Hernández de las acusaciones de misoginia luego de que él le dijo a una entrevistadora que “el ideal sería que las mujeres se dedicaran a la crianza de los hijos”.
Pero, internamente, ha habido desacuerdos.
En un esfuerzo por distanciarse del actual gobierno conservador, que enfrenta tasas de aprobación muy bajas, Hernández emitió recientemente una serie de posturas progresistas, entre ellas la declaración de que su gobierno apoyaría el derecho de una mujer al aborto.
Ángel Beccassino, asesor de la campaña de Hernández, dijo que el candidato y Castillo habían estado en desacuerdo en ese tema, pero que ella al final se había decantado finalmente por la postura de que “cada mujer tiene el derecho a decidir sobre ella misma”.
En la entrevista, Castillo dijo que en lo personal se oponía al aborto hasta las 24 semanas, pero reconsideró una declaración previa en la que había dicho que le gustaría que el país repensara una decisión reciente del tribunal supremo que despenalizó el procedimiento hasta las 24 semanas. “Me gustaría revisarlo. No he dicho que voy a revisarlo”, dijo. “Mi postura es que respeto la decisión de cada mujer”.
De visita en el barrio donde creció para un evento de campaña a principios de este mes, al menos una persona reconoció a Castillo: su primo Iván Castillo, quien pasaba de casualidad de camino a la panadería. Dijo que le sorprendió cuando se enteró de que ella incursionaba en política y aún más cuando Hernández pasó a la segunda vuelta.
Como la mayoría de la comuna que incluye a La Base, el ingeniero civil de 49 años votó por Petro.
“Ahí ya con la familia, ya encima no sé”, dijo, riendo, sobre la segunda vuelta.
“Yo sé que ella es muy buena en lo suyo: profesora, administradora”, dijo mientras movía la cabeza. “Pero ella no tiene nada que ver con esto de la política”.
Y agregó: “Y viene una persona como mi prima a meterse en semejante lío. ¡Por Dios!”.
- Julie Turkewitz colaboró con reporteo desde Cali, Colombia.
- Genevieve Glatsky, NYTimes es periodista independiente (Feeelance) radicada en Bogotá, realizó este reportaje para el NYTimes