Por Jean Pisani-Ferry y Daniela Schwarzer
PARÍS/BERLÍN – Cuando los historiadores vuelvan la mirada hacia la cumbre inaugural de la Comunidad Política Europea, que tendrá lugar en Praga el 6 de octubre, es posible que la consideren como un hito en el proyecto de integración europea…. o tal vez la vean como un simple pie de página.
La Comunidad Política Europea, como la propuso en mayo el presidente francés Emmanuel Macron, procurará funcionar como un foro donde los líderes europeos «encuentren un nuevo espacio para la cooperación en política y seguridad», y discutan sobre temas que los conciernen a todos, como la política energética y la infraestructura. La cumbre de Praga reunirá a los líderes de los estados miembros de la UE y de los países que buscan ingresar a ella, como Ucrania y Moldavia. Incluirá además a países que no forman parte de la Unión Europea, como Israel, Suiza y Turquía. A pesar de haber refrendado la brexit, la primera ministra del Reino Unido, Liz Truss, asistirá al encuentro.
La guerra en Ucrania puso de relieve la necesidad de reformar la relación de la UE con su vecinos. La política europea de vecindad —un marco diseñado para profundizar los vínculos con sus vecinos orientales y meridionales— fracasó y el proceso de ampliación es dolorosamente lento. Cuando asignaron la categoría de candidatos a Ucrania y Moldavia en junio, los líderes de la UE demostraron que están dispuestos a actuar con la determinación que exige el nuevo panorama geopolítico, pero la decisión también creó un enigma: la UE puede acelerar el proceso de ampliación o mantener los criterios y cronogramas actuales, según los cuales los postulantes tendrán que esperar una década.
De todas formas, ninguna de esas opciones es ideal. Una UE con 36 estados miembros y sin reformas se vería perjudicada por los derechos de veto, un Parlamento Europeo inflado y un poder ejecutivo perdidamente fragmentado, pero dejar que el proceso de ampliación avance a paso de tortuga y obligar a Ucrania y Moldavia a esperar hasta que finalice convertiría un compromiso político significativo en una desalentadora carrera de obstáculos.
La CPE busca superar ese problema. Quien lanzó la idea fue el ex primer ministro italiano Enrico Letta. Rápidamente la abrazaron Macron, el canciller alemán Olaf Scholz y la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen, pero aún no definieron claramente la misión de la CPE. Los líderes europeos deben aprovechar la cumbre de Praga para fijar metas ambiciosas y establecer un cronograma a largo plazo. De lo contrario, es posible que no se recuerde a la reunión como otra cosa que una acción de relaciones públicas para la foto.
En un informe reciente que escribimos con Franz Mayer y Shahin Vallée sostenemos que una CPE bien diseñada podría constituir una respuesta adecuada a los desafíos geopolíticos del siglo XXI. Además, el nuevo organismo podría solucionar algunas de las deficiencias internas de la UE.
Como sucede en todos los clubes, la membresía es un problema. Dado el conflicto en curso con Rusia, para participar en ella se debiera exigir una alineación política. Para garantizar la coherencia, los criterios de ingreso debieran basarse en valores fundamentales que incluyan el compromiso con el gobierno democrático, el imperio de la ley y la adhesión a los principios que sustentan el orden internacional.
En vez de depender de normas rígidas y predeterminadas, proponemos que media docena de países, algunos miembros de la UE y otros no, redacten la declaración conjunta posterior a la cumbre de Praga. Eso pondría el listón lo suficientemente alto como para que haya una autoselección.
La CPE podría funcionar como un puente hacia una UE más amplia y un marco de trabajo para una integración continental más permanente. Para eso los líderes europeos deben aprovechar la cumbre para construir una plataforma que combine el diálogo político con la creación de políticas. La CPE podría comenzar como un acuerdo de cuasiderecho entre los estados miembros y la UE. Podría tomar decisiones con un «consenso aproximado» y sin vetos, y funcionar como espacio de prueba para las tan necesarias reformas a las normas sobre votaciones
La crisis energética actual ofrece una oportunidad única para crear un nuevo marco de trabajo para la cooperación inclusiva, que redefiniría los papeles de la UE y sus estados miembros y alentaría una mayor participación de los países vecinos. Para conectar a Ucrania con la red eléctrica europea, firmar acuerdos por el gas natural con Noruega y crear una infraestructura de hidrógeno verde será necesario un marco de trabajo más amplio para la cooperación.
La CPE podría además potenciar asociaciones fundamentales para la seguridad y la defensa. La guerra en Ucrania expuso la debilidad de la arquitectura de seguridad y defensa europeas, y resaltó la necesidad de que los países europeos cooperen en la conectividad digital, la ciberseguridad y el antiterrorismo. Además, permitir que países como Ucrania compartan conocimientos y experiencias con la UE demostraría que la colaboración puede ser mutuamente beneficiosa.
Finalmente, la CPE podría ayudar a superar el carácter de nodos y satélites de la relación actual de la UE con los candidatos a miembros. Todos los países deberán participar en situación de igualdad y tener los mismos derechos y obligaciones. Por otra parte, no se consideraría a la CPE como un sustituto del ingreso a la UE, sino que debiera actuar como un acelerador.
La declaración conjunta que probablemente se difunda después de la cumbre de la CPE debiera exigir a los países participantes que firmen un acuerdo vinculante para la primavera boreal de 2023. Este documento debiera exponer la misión del nuevo organismo, las áreas de cooperación, los recursos presupuestarios y los criterios para la membresía. Simultáneamente, la UE debe promover las reformas institucionales y para la toma de decisiones. Habrá que definir la agenda de reformas correspondiente inmediatamente después de las elecciones del Parlamento Europeo en 2024, para concluir la reforma institucional y la ampliación para 2030.
Como surge del cuasiderecho, crear la CPE no debiera requerir un proceso de ratificación formal prolongado. Finalmente, de todas formas, la CPE debiera evolucionar para convertirse en un acuerdo más formal, pero eso se puede conversar más adelante. La tarea de los líderes europeos es poner en marcha una asociación pragmática y con objetivos definidos entre los países con ideas similares de nuestro continente. La celeridad es primordial.
Traducción al español por Ant-Translation
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Jean Pisani-Ferry, a senior fellow at the Brussels-based think tank Bruegel and a senior non-resident fellow at the Peterson Institute for International Economics, holds the Tommaso Padoa-Schioppa chair at the European University Institute. Daniela Schwarzer, Executive Director for Europe and Eurasia at the Open Society Foundations, is a visiting professor at Harvard University’s John F. Kennedy School of Government. Los puntos de vista expresados no necesariamente son los de EnergiesNet.com.
Nota del Editor: Este artículo fue originalmente publicado en Proyect Syndicate, el 3 de octubre, 2022. Reproducimos el mismo en beneficio de los lectores. EnergiesNet.com no se hace responsable por los juicios de valor emitidos por sus colaboradores y columnistas de opinión y análisis.
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EnergiesNet.com 05 10 2022