11/26  Precios de cierre/ revisados 11/27/2024 10:40 GMT | 11/26 OPEC Basket $72.96 –$0.73 cents 11/26 Mexico Basket (MME)  $64.34 –$0.50 cents 10/30 Venezuela Basket (Merey) $58.30   +$3.39 cents  11/26 NYMEX Light Sweet Crude $68.77 -$0.17 cents | 11/26 ICE Brent  $72.811 -$0.20 cents | 11/26 Gasoline RBOB NYC Harbor $1.99 -0.14% | 11/26 Heating oil NY Harbor $2.24 +0.2 % | 11/26 NYMEX Natural Gas $3.43 +1.8 % | 11/22 Active U.S. Rig Count (Oil & Gas)  583- 1 | 11/27 USD/MXN Mexican Peso 20.69090 (data live) 11/27 EUR/USD  1.0520 (data live) | 11/27 US/Bs. (Bolivar)  $46.75370000 (data BCV) | Source: WTRG/MSN/Bloomberg/MarketWatch/Reuters

Daiquiri con son y chivo

Hacia 1890 el americano Jennings “Frank” Cox dirigía unas minas en Daiquirí, pequeño pueblo del oriente de Cuba. Cox bebía ginebra (importada) y, al faltarle, por no ofrecerles ron a seca, se los sirvió a unos visitantes de importancia, con el zumo de algunos limones de su jardín y azúcar. Cox enfrío la mezcla y, desde ese día, la ofrecía con gran éxito a quienes lo visitaban.
Uno de ellos fue el almirante Lucius W. Johnson, a quien le dio a probar la bebida 1898. Era un día muy caluroso y, más tarde, en sus Memorias, Johnson escribió que el coctel le había sido ofrecido “para hacer más agradable a los extranjeros el sabor del ron que se produce en el país”

La bebida fue bautizada con el nombre de Daiquirí por un ingeniero italiano (Giacomo Pagliuchi) que trabajaba con Cox. En 1909, Johnson, que era médico militar, introdujo la novedosa mezcla en un club de Washington, de donde se extendi a todo el país. En 1913, lo ofrecía en el Hotel Plaza de la Habana el cantinero español Emilio González y de allí saltó a otros bares, hasta que se asentó en El Floridita habanero, que usaba la receta original.

Este famoso bar abrió sus puertas en 1817 con el nombre de La Piña de Plata, hasta que, poco después, fue llamado La Florida y, en 1914, luego, Floridita. En la década de los 30, Ernest Hemingway se instaló en un hotel (Ambos Mundos), a pocas cuadras del famoso local, el cual llamó “el mejor bar del mundo”; desde entonces adquirió fama mundial el viejo Daiquirí. Durante los años cuarenta el Floridita se convirtió en un sitio a visitar para quienes iban a la Habana. Por sus mesas o su acogedora barra pasaron Gary Cooper, Tennessee Williams, Marlene Dietrich, Jean-Paul Sartre, Giorgio Armani, Ornella Muti, Paco Rabanne, Ted Turner y Jane Fonda, Naomi Campbell, Compay Segundo, los Duques de Windsor: el ex Eduardo VIII y Wallis Simpson, Gene Tunney, Luis Miguel Dominguín, Ava Gardner, Spencer Tracy, Rocky Marciano, Joaquín Sabina, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Fito Páez, Danny Glover y Jack Nicholson, entre otros. Su cliente más importante era Hemingway.

No tan famoso como ellos, Alberto Slezinger—un “criollo” de origen cubano— se inspiró en la famosa bebida de Cox para darle el nombre a su Grupo Daiquirí, que se remonta a los años ochenta. Eran tiempos en que soplaban nuevas brisas musicales en Venezuela, alentadas por noveles artistas como los cantautores Carlos Mata, Franco de Vita, Colina, Montaner, Yordano y otros, quienes seguían los pasos generacionales, dentro de su propia y creativa onda pop, de cantantes como María Teresa Chacín, Mirla, Mirtha y Mayra, famosas todas por comenzar su nombre como ocurrió con otra llamada Mirna, cuyo estilo tenía marcadas inflexiones de jazz, que no tenían ninguna de las otras “emes”. Pero fue dentro del fino estilo cultivado por Yordano en el cual se encausó el novedoso y sedoso Daiquirí, que era un grupo de siete músicos que tocaban y cantaban su música tropical en una forma discreta y con letras creativas. Alberto Slezinger era profesor universitario de la UCV y basó la música del grupo en los variados ritmos que escuchaba en las interminables colas de El Silencio (circunstancia que inspiró, en materia de salsa, a Oscar D´León, quien, como taxista, también se veía atrapado en las mismas colas).

El nombre de Daiquirí levino a la mente a su creador en Nueva York, y la música que ideó para el novel grupo era caribeña, pero con una lírica altamente sofisticada y urbana. Su primera grabación, para Sonográfica, data de 1983 y llevaba el nombre del grupo, que tuvo un gran éxito con Puro deseo de amar. El deseo de tocar cosas novedosas llevó al tecladista Slezinger a conformar un sonido urbano, mezclando diferentes ritmos en los cuales subyacían el son y algo de trova. A través de ese novedoso y discreto “Caribbean Pop” Venezuela tuvo a un ejemplar conjunto musical que se extendía en la modernidad de lo que antes, si bien con otros temas e intención, cantaba la cubana María Teresa Vera, quien hizo una interesante pasantía por el son con el Sexteto Occidente, que fue de los primeros en grabar sones en los Estados Unidos.

El son tuvo sus orígenes en las montañas de Santiago de Cuba, de donde bajó un negro llamado Nené Manfugás, que lo cantaba acompañándose de un rústico instrumento hecho con una caja de velas  y cabuya de trompo, encerada. A ese instrumento él lo llamó tres y con él tocó en los carnavales santiagueros de 1893. Esa música la recogieron otros hasta que prendió de la mano de tríos y conjuntos de todo tipo, además de los soneros y tríos que aparecieron por todos lados. El más emblemático de estos tríos fue el Matamoros, que ya sonaba en la Habana a finales de la década de los años treinta; pero el mayor impacto sonero se le debe a los sextetos, que adaptaron el son a la trompeta y al piano, dándole profundidad al ritmo con el contrabajo. Este instrumento lo tocaba Ignacio Piñero en el Sexteto Occidente, que manejaba María Teresa Vera; al traspasárselo a él, quien era su eterno enamorado, Piñero lo convirtió en el Sexteto Nacional que tuvo hondas repercusiones.

El Trío Matamoros grabó El manisero el 26 de julio de 1929; pero su primera grabación se remonta a 1928, cuando en los estudios de la RCA Víctor en New Jersey, grabaron El que siembra su maíz y Lágrimas negras. Ambas piezas contaron con la letra de su hermano Ignacio Falcón, que casi nadie sabe que los sones de Miguel tenían letra de ese hermano anónimo.

El que siembra su maíz es ejemplo de uno de sus originales sones, el cual sobrevive al lado de su famoso Son de la loma (que inicialmente se llamó “Mamá”). Al día siguiente de esa sesión grabaron El paralítico, que se refería a la particular curación que ofrecía un médico vasco (Fernando Asuero). Según el atrevido galeno, su remedio hacía ver a los ciegos y caminar a los paralíticos, para lo cual era suficiente con pinchar el trigémino (…Y me dijo un hombre místico/que me pinchara el trigémino). Una vez, supuestamente, hecho eso, la voz cantante recuenta su caso: Hace tiempo que vivía/postergado en un sillón/y hoy recorro la población/más rápido que un tranvía. Matamoros fue el primer cantautor cubano de renombre, ya que compuso 172 canciones de las casi 400 que grabó. La mayoría eran sones y boleros, siendo Lágrimas negras un buen ejemplo de la fusión entre ambos ritmos.

Se tiene a Tristezas de Pepe Sánchez como el primer bolero de la historia, que bien pudo serlo, pues se remonta a 1883. Pero contraria a esta aceptada noción, en el libro Oriente folklórico, que habla de la música en Santiago de Cuba, el autor dice: “Éste fue el primer bolero que se compuso”, y cita la letra: Si matan al chivo, me dan la cabeza, pelá, pelá, si señor. Recordando muchos sones de Matamoros, cuyo ¡Sí, señor, cómo, no! era un coro que repetían mucho, un investigador de mediana lógica sabría de inmediato que esa letra es la de un son; además, está el hecho de que un compositor anhelante le pida a la amada su corazón, su amor o cualquier otra cosa, pero que luce como muy improbable que vaya a pedirle que lo complazca con la cabeza de un chivo.

Por Eleazar Lopez C. /eleazarlopezc9@gmail.com / 8 12 2020

Energiesnet 09 / 12 / 2020

Share this news
Verificado por MonsterInsights