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El plan B de Putin contra el plan A de Zelenski y Biden

Las opciones estratégicas de Rusia en Ucrania podrían volverse cada vez más aterradoras para el mundo.

El bombardeo del viernes de las fuerzas rusas causó daños considerables a varios
edificios de apartamentos y una escuela en el noroeste de Kiev(Ivor Prickett NYT)

By Thomas L. Friedman

Después de un mes confuso, ahora conocemos las estrategias que se están llevando a cabo en Ucrania: estamos ante el plan B de Vladimir Putin frente a los planes A de Joe Biden y Volodímir Zelenski. Esperemos que Biden y Zelenski triunfen, porque el posible plan C de Putin es de verdad aterrador, y ni siquiera quiero escribir cuál me temo que sería su plan D.

No tengo ninguna fuente secreta en el Kremlin sobre esto, solo la experiencia de haber visto a Putin operar en el Medio Oriente durante muchos años. En ese sentido, me parece evidente que Putin, cuando se dio cuenta de que su plan A fracasó —su expectativa de que el ejército ruso ingresara a Ucrania, decapitara a sus dirigentes “nazis” y luego se limitara a esperar a que todo el país se entregara de manera pacífica en manos de Rusia—, pasó a su plan B.

El plan B consiste en que el ejército ruso dispare de manera deliberada contra los civiles ucranianos, los edificios de apartamentos, los hospitales, las empresas e incluso los refugios antibombas —todo lo cual ha ocurrido en las últimas semanas— a fin de hacer que los ucranianos huyan de sus hogares, para provocar una crisis masiva de refugiados dentro de Ucrania y, aún más importante, una crisis masiva de refugiados dentro de las naciones cercanas que forman parte de la OTAN.

Sospecho que Putin piensa que si no puede ocupar y controlar todo el territorio ucraniano por medios militares y simplemente imponer sus condiciones de paz, la siguiente mejor opción es que cinco o diez millones de refugiados ucranianos, sobre todo, mujeres, niños y ancianos, vayan a Polonia, Hungría y Europa occidental, con el propósito de crear una carga social y económica tan intensa que estas naciones de la OTAN acaben por presionar a Zelenski para que acepte cualquier condición que Putin exija para detener la guerra.

Quizá Putin espere que, aunque es muy probable que este plan implique la comisión de crímenes de guerra que podrían convertirlo a él y al Estado ruso en parias permanentes, la necesidad de petróleo, gas y trigo rusos, así como la ayuda de Rusia para abordar cuestiones regionales como el inminente acuerdo nuclear con Irán, obliguen pronto al mundo a volver a hacer negocios con “el chico malo de Putin”, como ha sucedido anteriormente.

El plan B de Putin parece estar desarrollándose según lo previsto. La agencia de noticias francesa Agence France-Presse informó desde Kiev el domingo: “Más de 3,3 millones de refugiados han huido de Ucrania desde que comenzó la guerra —en la crisis de refugiados que más rápido ha crecido en Europa desde la Segunda Guerra Mundial—, la gran mayoría de ellos mujeres y niños, según la ONU. Se cree que otros 6,5 millones están desplazados dentro del país”

Una familia del oeste de Ucrania llega a una estación de tren en el centro de Budapest.
Una familia del oeste de Ucrania llega a una estación de tren en el centro de Budapest.(Mauricio Lima/NYT)

El reportaje agrega: “En una actualización de inteligencia a última hora del sábado, el Ministerio de Defensa británico dijo que Ucrania seguía defendiendo con eficacia su espacio aéreo, lo que obligaba a Rusia a depender de las armas lanzadas desde su propio espacio aéreo. Afirmó que Rusia se había visto obligada a ‘cambiar su estrategia operativa y ahora había pasado a una estrategia de desgaste. Es probable que esto implique el uso indiscriminado de artillería, lo que provocará un aumento de las víctimas civiles y la destrucción de la infraestructura ucraniana, e intensificará la crisis humanitaria’”.

Sin embargo, el plan B de Putin se contrapone a los planes de Biden y Zelenski. El plan A de Zelenski, que sospecho que está resultando incluso mejor de lo que él esperaba, es luchar contra el ejército ruso hasta lograr un empate sobre el terreno, quebrar su voluntad y obligar a Putin a aceptar los términos del acuerdo de paz de Ucrania, con la posibilidad mínima de que el líder del Kremlin no salga tan mal parado. A pesar del terrible derramamiento de sangre y de los bombardeos de las fuerzas rusas, Zelenski, sabiamente, sigue manteniendo la mira en una solución diplomática y no deja de presionar para que se entablen negociaciones con Putin, mientras reúne a sus fuerzas y a su pueblo.

The New York Times informó el domingo que “la guerra en Ucrania se estancó después de más de tres semanas de lucha, en la que Rusia solo logró avances marginales y atacó cada vez más a los civiles, según analistas y funcionarios estadounidenses. ‘Las fuerzas ucranianas han derrotado la campaña inicial rusa de esta guerra’, afirmó en un análisis el Instituto para el Estudio de la Guerra, un centro de investigación con sede en Washington. Los rusos no tienen ni los efectivos ni el equipo para tomar Kiev, la capital, ni otras ciudades importantes como Járkov y Odesa, concluyó el estudio”.

El plan A de Biden, del que advirtió de manera explícita a Putin antes de que comenzara la guerra en un esfuerzo por disuadirlo, consistía en imponer a Rusia sanciones económicas como nunca antes las había impuesto Occidente, con el objetivo de paralizar la economía rusa. La estrategia de Biden —que también incluía el envío de armas a los ucranianos para presionar a Rusia en el plano militar— está logrando justo ese objetivo. Está teniendo éxito, tal vez más de lo que Biden esperaba, porque se amplió con la suspensión de las operaciones de cientos de empresas extranjeras que operan en Rusia, ya sea de forma voluntaria o bajo la presión de sus empleados.

Las fábricas rusas se están viendo obligadas a cerrar porque no pueden obtener los microchips y otras materias primas que necesitan de Occidente; los viajes aéreos a Rusia y sus alrededores se están reduciendo porque muchos de sus aviones comerciales eran en realidad propiedad de empresas de arrendamiento irlandesas y ni Airbus ni Boeing darán servicio a las aeronaves propiedad de Rusia. Mientras tanto, miles de rusos jóvenes que trabajan en el sector tecnológico están manifestando su rechazo a la guerra con sus pies, y simplemente abandonan el país, todo esto después de que solo ha pasado un mes desde que Putin comenzó esta guerra mal concebida.

“Más de la mitad de los bienes y servicios que ingresan a Rusia provienen de 46 o más países que han impuesto sanciones o restricciones comerciales, con Estados Unidos y la Unión Europea a la cabeza”, informó The Washington Post, citando a la firma de investigación económica Castellum.ai.

El artículo del Post agregó: “En un discurso televisado que apareció el jueves, un desafiante presidente Vladimir Putin pareció reconocer los desafíos del país. Dijo que las sanciones generalizadas obligarían a realizar arduos “cambios estructurales profundos en nuestra economía”, pero prometió que Rusia superaría “los intentos de organizar una guerra relámpago económica”.

The Post añade: “‘Es difícil para nosotros en este momento’, dijo Putin. ‘Las compañías financieras rusas, las grandes empresas, las pequeñas y medianas empresas se enfrentan a una presión sin precedentes’”.

Así que la pregunta del momento es: ¿la presión sobre los países de la OTAN de todos los refugiados que la maquinaria de guerra de Putin está creando —más y más cada día— será mayor que la presión —más y más cada día— que se está creando sobre su estancado ejército en Ucrania y sobre su economía en casa?

La respuesta a esta pregunta deberá determinar cuándo y cómo termina esta guerra, ya sea con un claro ganador y perdedor o, quizá con mayor probabilidad, con algún tipo de concesión turbia a favor o en contra de Putin.

Digo “quizá” porque es probable que Putin sienta que no puede tolerar ningún tipo de empate o concesión turbia. Tal vez sienta que todo lo que no sea una victoria total es una humillación que socavaría su control autoritario del poder. En ese caso, podría optar por un plan C, que, supongo, implicaría ataques aéreos o con misiles a las líneas de suministro militar ucranianas a lo largo de la frontera con Polonia.

Polonia es miembro de la OTAN y cualquier ataque a su territorio requeriría que todos los demás miembros de la OTAN acudieran en defensa de Polonia. Putin puede creer que si es capaz de forzar esa situación y algunos miembros de la OTAN se niegan a defender a Polonia, la OTAN podría fracturarse. Sin duda, esto desencadenaría acalorados debates dentro de todos los países de la OTAN —en especial en Estados Unidos— sobre la posibilidad de involucrarse directamente en una posible Tercera Guerra Mundial con Rusia. Pase lo que pase en Ucrania, si Putin lograra fracturar a la OTAN, eso sería un logro que podría enmascarar todas sus otras pérdidas.

Si los planes A, B y C de Putin fracasan, me temo que se convertiría en un animal acorralado y podría optar por el plan D: lanzar armas químicas o la primera bomba nuclear desde Nagasaki. Es una frase difícil de escribir y aún peor de contemplar. Pero ignorar esta posibilidad sería extremadamente ingenuo.

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Thomas L. Friedman es columnista de Opinión sobre temas internacionales. Se incorporó al periódico en 1981 y ha ganado tres premios Pulitzer. Es autor de siete libros, incluido From Beirut to Jerusalem, que ganó el National Book Award. Los puntos de vista expresados no necesariamente son los de EnergiesNet.com.

Nota del Editor: Este artículo fue originalmente publicado en The New York Times  el 23 de Marzo, 2022. Reproducimos el mismo en beneficio de los lectores. EnergiesNet.com no se hace responsable por los juicios de valor emitidos por sus colaboradores y columnistas de opinión y análisis.

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EnergiesNet.com 25 03 2022

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