Por Kenneth Ramírez
“…la paz, según dice San Agustín, es no otra cosa, sino una órden sosegada [sic] ó un sosiego ordenado (…) Porque lo primero, la paz pide órden, ó por mejor de- cir (…) que lo alto esté en su lugar, y lo bajo por la misma manera (…) que cada uno haga su oficio, y que responda á los otros con el respeto que á cada uno se debe […] Pide lo segundo sosiego la paz. Porque aunque muchas personas en la república, ó muchas partes en el alma y el cuerpo conserven entre sí su debido órden, y se mantengan cada una en su puesto; pero si las mismas están bulliendo [sic] para desconcertarse, y como forcejeando entre sí para salir de su órden (…) aquel bullicio suyo, y aquel movimiento destierra la paz de ellas (…) Por manera que la órden sola, sin el reposo, no hace la paz; ni al revés, el repo- so y sosiego, si le falta la órden (…) si puede haber sosiego en la desórden [sic] pero si le hay, como de hecho le parece haber en aquellos en quien la grandeza de la maldad, confirmada con la larga costumbre, amortiguando el sentido del bien, hace asiento: ansí [sic] que el reposo en la desórden y mal, no es sosiego de paz, sino confirmación de guerra: y es como en las enfermedades del cuer- po, pelea, y contienda, y agonía incurable. Es pues la paz sosiego y concierto”
-Fray Luis de León, De los nombres de Cristo, Libro II, Salamanca, 1585.
RESUMEN
El ataque de Hamás a Israel en la festividad judía de Simjat Torá ha sido muy grave en pérdidas humanas, pero revela además un salto en las capacidades de Hamas e importantes fallos de inteligencia y seguridad en Israel que han puesto en entredicho su capacidad de disuasión. Algunos lo consideran el “11 de Septiembre israelí”, y otros subrayan que ha tenido lugar en el 50º Aniversario de la Guerra de Yom Kippur en circunstancias similares.
Desde el realismo agustiniano, este trabajo señala que si bien Israel tiene derecho a la legitima defensa, debe cumplir con las reglas que estipula el Derecho Internacio- nal Humanitario, so pena de deteriorar su imagen internacional y seguir alimentando la espiral de odio y radicalización en Gaza. Asimismo, avanza algunas lecciones que Israel en particular y la Comunidad Internacional en general, pueden extraer del cruel
ataque de Hamás.
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Conmoción: quizás esta sea la palabra más adecuada para describir el inhumano ataque de la facción islamista palestina Hamás a Israel por tierra, mar, aire, y ciberespacio, desde Gaza el 7 de octubre de 2023 –en el sabbat que marca la festividad judía de Simjat Torá–, el cual dejó el trágico saldo de 1.400 israelíes muertos (incluyendo 200 soldados) y 3.400 heridos.
En este ataque cruel y sin precedentes, Hamás, con el apoyo de la Yihad Islámica –otra facción islamista palestina más pequeña–, no solo atacó objetivos militares, sino que perpetró inaceptables ataques a la población civil de Israel, y tomó 199 rehenes para utilizarlos como moneda de cambio. En el plano simbólico, ha tenido lugar en el 50º Aniversario de otro ataque que también tomó por sorpresa a Israel en un día de festividad judía: la ofensiva de Egipto y Siria que desencadenó la Guerra de Yom Kippur; y ha intentado ser justificado por Hamás como respuesta al bloqueo israelí de Gaza y en “defensa de la Mezquita de Al-Aqsa” como tercer lugar más sagrado del Islam, en alusión a las provocadoras visitas del ultraortodoxo ministro de Seguridad Nacional de Israel, Itamar Ben-Gvir, a la Explanada de las Mezquitas o Monte del Templo este año, para reclamar el “dominio” israelí de este lugar sagrado. Además, recientemente, durante la festividad judía de Sucot, Hamás condenó los rezos de judíos ultraortodoxos en el lugar sagrado, el cual está reservado para el culto musulmán bajo la administración religiosa de Jordania.
El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, que volvió al poder a finales de diciembre de 2022 con el apoyo por la coalición más ultranacionalista y ultraortodoxa en los 75 años de existencia de Israel, ha dicho que Hamás “pagará un precio sin precedentes”, y ha advertido que será una “guerra larga y dura”. No obstante, ha tenido que conformar un nuevo gobierno de emergencia con uno de los líderes de la oposición, Benny Gantz, para fortalecer su propia posición política, dadas las críticas por los fallos de inteligencia y seguridad que ha supuesto el ataque.
Las Tzahal (Fuerzas de Defensa de Israel) tardaron más de dos días en recuperar el control de las ocho bases militares y los quince poblados israelíes que tomó Hamás. En paralelo, inició la represalia con ataques aéreos masivos contra Gaza. El trágico saldo del lado palestino ya asciende a 2.750 muertos, más de 9.000 heridos, y 340 mil desplazados. Además, Israel anunció una próxima ofensiva terrestre con el objetivo de destruir la capacidad militar y administrativa de Hamás, emitiendo un ultimátum en la madrugada del 13 de octubre de 2023, para que los 1,1 millones de habitantes del norte de Gaza abandonen sus hogares en cuestión de horas.
El secretario de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres, rechazó el ultimátum israelí recordado que el desplazamiento forzoso de la población civil es contrario al Derecho Internacional Humanitario, y le ha solicitado a Tel Aviv que dé marcha atrás para evitar que “una tragedia se convierta en una catástrofe”, además de exigirle que permita el suministro de ayuda humanitaria a Gaza en forma inmediata y sin restricciones. Por otra parte, Egipto, Jordania, Turquía, la Unión Europea, y el Vaticano, han desplegado esfuerzos diplomáticos para evitar que la situación empeore.
En este contexto, el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Pietro Parolin, desarrollando un llamado previo de Su Santidad, el papa Francisco, puso sobre la mesa una oferta de mediación para lograr la liberación de los rehenes israelíes, al tiempo que recordó que “los agredidos tienen derecho a defenderse, pero la legítima defensa debe respetar el parámetro de la proporcionalidad”, y agregó que “es justo que, en legítima defensa, Israel no ponga en peligro a los civiles palestinos que viven en Gaza. Es justo, indispensable diría yo, que en este conflicto –como en cualquier otro– se respete plenamente el Derecho Internacional Humanitario”1. Una mediación vaticana tan difícil, peligrosa en sí misma, a la par que necesaria, que evoca a la realizada por el papa San León Magno en nombre del pueblo romano frente a Atila en 452 d.C., la cual fue inmortalizada siglos después por el pincel renacentista de Rafael.
Efectivamente, siguiendo la línea de reflexión del cardenal Parolin, la respuesta militar de Israel, aunque puede encuadrarse dentro de la legítima defensa, preocupa en cuanto a su proporcionalidad, rectitud de intención debido a presencia de deseos de venganza, y a la conducta durante la guerra conforme al ius in bello. Además, conlleva graves riesgos, ya que una operación terrestre de las Tzahal en Gaza podría arrastrarlas a sangrientos combates urbanos, provocar mayor sufrimiento a la población civil, y colocaría en peligro a los rehenes israelíes. Aunado a eso, tiene el potencial de deteriorar la imagen de Israel a nivel internacional si es percibida como desproporcionada e indiscriminada, lo cual no eliminaría a Hamás ni traería seguridad, ya que continuaría el ciclo de sufrimiento, odio, y radicalización.
Asimismo, mientras más se prolongue, aumenta la probabilidad de que la violencia se extienda en Cisjordania, donde ya se han producido enfrentamientos en días recientes; y peor aún, que se produzca una peligrosa escalada regional dada la amenaza realizada por Irán el 14 de octubre de 2023, de que está presta a intervenir en el conflicto junto a sus aliados del “Eje de Resistencia” (desde Hezbollah en El Líbano hasta milicias en Siria e Irak, y los hutíes en Yemen), si Israel invade Gaza y la Comunidad Internacional no hace nada por detenerle. Para intentar disuadir a Irán, la Administración Biden desplazó un segundo grupo de ataque de portaaviones al Mediterráneo Oriental, y ha puesto al secretario de Estado, Antony Blinken, en labores de diplomacia de lanzadera (shuttle diplomacy) por las principales capitales de la región.
No se puede precisar a ciencia cierta cómo o cuando terminará este quinto capítulo del largo conflicto asimétrico entre Israel y Hamás, desde que este último tomó el control de Gaza (antes se han enfrentado en 2009, 2012, 2014, y 2021).
En cualquier caso, ha quedado claro que la política de larga data de Benjamín Netanyahu –quien ha hegemonizado la política israelí en las últimos tres lustros– hacia el conflicto palestino-israelí ha saltado por los aires. Entonces, ¿qué lecciones puede sacar Israel, y la Comunidad Internacional en general, del ataque de Hamás en Simjat Torá? Veamos.
La superioridad tecnológica y militar no son garantías de seguridad
El primer supuesto de la política de Netanyahu hacia el conflicto palestino-israelí era que, si se deja la cuestión palestina a un lado, los israelíes podrían permanecer a salvo gracias a su superioridad tecnológica, militar, y de inteligencia. Es decir, buscar una suerte de “paz armada” a través de la supremacía.
Después de la Segunda Intifada y la toma de Gaza por Hamás en 2007, Israel encerró a las poblaciones palestinas detrás de muros de seguridad, puestos de control, dispositivos avanzados de vigilancia e identificación y drones.
Servicios de inteligencia robustos (Mossad, Shin Bet, y Aman), tecnología superior y una potencia de fuego abrumadora, incluyendo el sistema antimisiles “Cúpula de Hierro”, hicieron que la amenaza de Hamás en Gaza se considerara manejable. Solo había que “podar el césped” de vez en cuando; esto es, apelar a redadas y pequeños ataques cada cierto tiempo para mantenerlas a raya.
Esta suposición ahora ha quedado rota. La asimetría respecto a Hamás ha llevado a la complacencia. En este sentido, ha trascendido que el ataque de Hamás fue planificado al detalle junto a la Yihad Islámica hace meses en Beirut, que contaban para ello con información muy precisa de las defensas israelíes sin que nadie aún sepa explicar como la consiguieron, ni por qué los servicios de inteligencia de Israel no fueron eficaces en detectarlo, siendo además que habrían sido alertados días antes de que Hamás estaba preparando “algo grande” por la inteligencia egipcia y de la “creciente posibilidad de violencia” por la Agencia Central de Inteligencia (CIA por sus siglas en inglés).
Una explicación que se ha avanzado es que los servicios de inteligencia y las Tzahal descuidaron Gaza porque Cisjordania se ha visto sumida en el caos, debido a la agenda maximalista de los grupos ultranacionalistas y ultraortodoxos que apoyan a Netanyahu. Por otra parte, se ha citado un hipotético apoyo de las Fuerzas Quds de Irán a Hamás, que se habría vengado así del ataque israelí con drones a un complejo militar iraní en Isfahán a finales de enero de 2023.
En consecuencia, mientras se mantenga esta política equivocada, Israel se encontrará con demasiados frentes que atender y nunca estará seguro. En El Líbano, Hezbollah tiene un arsenal temible, en gran parte suministrado por Irán. A esto se sumaría la amenaza creciente de las milicias en Siria creadas por Irán para salvar a Bashar al-Assad en medio de la guerra civil.
Sin duda, Israel buscará a sangre y fuego demostrar su determinación (en inglés, resolve) de mantener su supremacía militar sobre Gaza, y más allá, respecto a sus vecinos. Sin embargo, se han producido cambios de fondo. Hamás ha dado un salto cualitativo en sus capacidades militares a pesar del bloqueo de Gaza –y sin que Israel lo viera venir–, haciendo despertar a quienes creían que el conflicto palestino-israelí estaba liquidado.
Mientras tanto, la reputación de la inteligencia y poderío militar de Israel ha quedado en entredicho, lo cual compromete la capacidad de disuasión de Israel. Al igual que ocurrió tras la Guerra de Yom Kippur, Israel debe revisar estos fallos organizacionales y tácticos, y asumir con humildad que resulta necesario una paz negociada con los palestinos, tal como hizo en aquel entonces con Egipto.
La política divide et impera ha resultado peligrosa
El segundo supuesto de la política de Netanyahu hacia el conflicto palestino-israelí, era que un rival dividido es siempre mejor que un rival unido. De ahí que Israel haya intentado dividir no solo a la población palestina repartida entre Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este, sino también a sus diferentes facciones políticas.
Aplicando la política de garrote y zanahoria, los gobiernos laboristas que firmaron los Acuerdos de Oslo en 1993 trazaron una clara línea divisoria entre la facción secular/nacionalista Fatah, que defendía el proceso de paz, y las facciones islamistas radicales Hamás y Yihad Islámica, que apostaron por la vía armada. El fracaso de la implementación de los Acuerdos de Oslo pasó una elevada factura al Partido Laborista, hoy con presencia residual en la política israelí, y allanó el terreno para que el Likud se hiciera con el poder. En este contexto, Ariel Sharon primero, y Benjamín Netanyahu después, han obstaculizado las negociaciones de paz utilizando como justificación los ataques de Hamás y otras facciones radicales, y han socavado la legitimidad de la Autoridad Nacional Palestina que controla Fatah al evitar que surja un Estado palestino soberano en los territorios ocupados por Israel conforme a las resoluciones de la ONU y los Acuerdos de Oslo. Así como Sharon menospreció a Yasser Arafat como interlocutor, Netanyahu lo ha hecho con Mahmud Abbas. El triunfo electoral de Hamas en Gaza en 2006 y la expulsión de Fatah al año siguiente, fueron producto del desdeño de la Autoridad Nacional Palestina por los líderes del Likud.
Castigar a los moderados y premiar a los radicales ha resultado una apuesta peligrosa. Con esta política, no sin cinismo, se ha considerado que cuanto peor era mejor. Polarizar con Hamás como enemigo ha sido la estrategia de Netanyahu. El hecho de que esta facción islamista sea considerada terrorista por EE. UU. y la Unión Europea, le ha permitido seguir apostando por superar unilateralmente el conflicto, sin resolverlo realmente, mediante una política de hechos consumados y medidas punitivas.
Se suponía que la política divide et impera mantendría a los palestinos débiles, y que la influencia de las facciones radicales en Gaza socavaría la credibilidad de la facción moderada Fatah como socios para la paz, todo lo cual convendría perfectamente a la seguridad de Israel.
Con el ataque de Hamás en Simjat Torá, esta suposición también ha quedado destruida. La política de divide et impera ha creado las actuales condiciones en las que Hamás se ha vuelto la facción dominante gracias a su oposición a las políticas de bloqueo de Gaza y colonización en Cisjordania, a la defensa de la Mezquita de Al-Aqsa y debido a la incapacidad de Fatah de exhibir algún éxito en su apuesta por la vía negociada. Pese a ser consciente de la situación, Netanyahu optó por minar la credibilidad de Abbas hasta hacerlo casi irrelevante. Ahora, tras este ataque sin precedentes, Hamás afirma ser la verdadera voz de la resistencia palestina, mientras acusa a Fatah de corrupción y colaboracionismo con Israel. Se suponía que la rivalidad intrapalestina protegería a Israel; en lugar de ello, ha acabado por fortalecer a una de las facciones palestinas más extremistas.
Tal como dijo el agustino Fray Luis de León en la frase que nos sirve de epígrafe: buscar reposo en el desorden como ha hecho Netanyahu a lo largo de una generación, no ha llevado al sosiego de la paz, sino a la confirmación de la guerra.
El populismo identitario es la peor respuesta al “trilema de Israel”
Un trilema es un problema con tres soluciones o resultados, pero en el que solo dos de ellas son posibles al mismo tiempo. Es un concepto que se ha utilizado a menudo para referirse a la situación del Estado de Israel2. Siguiendo esta lógica, los israelíes estarían obligados a escoger una combinación de dos de estos tres objetivos: (1) ser un Estado plenamente democrático en el que todos los ciudadanos tengan los mismos derechos; (2) ser un Estado donde los judíos sean la columna vertebral, es decir, la idea de un “Estado judío”; y (3) ejercer soberanía en todas las tierras existentes entre el Río Jordán y el Mar Mediterráneo, es decir, no solo sobre las fronteras de Israel de 1967, que son internacionalmente reconocidas, sino también sobre los territorios palestinos.
Solo dos de estos tres objetivos pueden darse al mismo tiempo, excluyendo automáticamente el tercero. Un Israel democrático que incluya a los territorios palestinos implicaría un Estado binacional y laico3. Un “Estado judío” que incluya la ocupación de los territorios palestinos, tendría que sacrificar su carácter democrático. En cambio, si Israel no quiere renunciar ni a su judeidad ni a su carácter democrático, entonces tendría que abandonar la idea de seguir ocupando los territorios palestinos. Este es uno de los argumentos centrales de los israelíes moderados que defienden la “solución de los dos Estados”.
El tercer supuesto de la política seguida por Netanyahu hacia el conflicto palestino-israelí ha sido la defensa populista de la polémica e ilusoria “solución de un Estado nación judío” y la no negociación con los palestinos; es decir, la peor solución posible al trilema de Israel, la cual atenta contra su democracia.
Netanyahu ha apelado a la identidad judía y a la existencia de Hamás como chivo expiatorio para intentar cimentar un desorden sosegado que oprime a los palestinos y le permite mantenerse como timonel de Israel, aunque esto implique sacrificar la convivencia, la institucionalidad democrática, y la seguridad de Israel, que se ve así condenado a la contienda recurrente y la agonía incurable, siguiendo a Fray Luis de León.
Esto se ha traducido en una dura realidad: la existencia de un Estado, Israel, gobernando todo el territorio entre el Río Jordán y el Mediterráneo, a través de múltiples, separados, y desiguales regímenes político-administrativos, que ha generado un sistema de castas con supremacía judía4. Para ello, Netanyahu ha promovido: (1) la expansión de los asentamientos israelíes en Cisjordania y la “judaización” de Jerusalén Este (los 200 mil colonos de la época de los Acuerdos de Oslo han pasado a 750 mil colonos en el presente); (2) el reclamo de la ciudad como “capital indivisible” de Israel y de la Explanada de las Mezquita o Monte del Templo como lugar de oración judía; (3) el bloqueo de Gaza; y, (4) la reducción de la Autoridad Nacional Palestina en Cisjordania en Ramala al mero simbolismo.
Por otra parte, el populismo identitario de Netanyahu ha llenado de fanatismo e incompetencia al Gobierno de Israel como ha revelado el ataque de Hamás, y ha atentado contra la institucionalidad. Respecto a esto último, podemos citar la polémica propuesta de reforma judicial que busca otorgar mayor competencia al Poder Ejecutivo en el nombramiento de los jueces, y restringir las competencias de la Corte Suprema de Israel para anular decisiones del Poder Ejecutivo, solo con el propósito de centralizar poder y salvar a Netanyahu de cuentas pendientes con la justicia. Empero, como no podía ser de otra manera, Netanyahu la ha justificado en nombre de la “voluntad popular” y para instaurar “la pena de muerte a los terroristas de Hamás”.
Dicha propuesta fracturó a la sociedad israelí que ha vivido intensas jornadas de protestas a lo largo de 2023, generó amplias críticas internacionales, incluso de estrechos aliados como EE. UU., y pudo haber alentado a Hamás a realizar el ataque, así como distraer a los servicios de inteligencia y seguridad –otra hipótesis que se ha avanzado para explicar sus fallos–.
En resumen, el populismo identitario de Netanyahu ha generado una presión considerable sobre la calidad democrática de Israel, afectando no solo a su imagen, sino también a sus intereses. Cada vez son más comunes las críticas internacionales y las afirmaciones de que Israel, o ya es, o bien podría convertirse en un sistema de apartheid5.
A largo plazo, también se encuentra, bien el desafío que representa la erosión de la hegemonía de EE. UU., o bien las crecientes críticas a las credenciales democráticas de Israel acompañadas de un cambio generacional en Washington que podría poner en cuestión su apoyo inquebrantable a Tel Aviv, lo cual redundaría, en cualquier caso, en un debilitamiento de la posición de Israel en Medio Oriente si no cambia de rumbo.
Una paz auténtica implica orden y sosiego
El cuarto supuesto de la política seguida por Netanyahu hacia el conflicto palestino-israelí era que, Israel podría lograr una inserción en el Medio Oriente mediante una diplomacia “hábil”, dejando de lado a la cuestión palestina hasta que se pudriera. Se trataba de la cara externa de la política de divide et impera, orientada a buscar el aislamiento de los palestinos en el Medio Oriente y más allá, mostrando que eran incapaces de unirse y gobernarse a sí mismos, y que, por tanto, constituían una causa perdida, mientras Israel era el único interlocutor real y válido. Al fin y al cabo, según estos cálculos, no sería la primera vez que la Comunidad Internacional acababa conformándose con una situación de facto, las cuales, a lo sumo, solo pueden llegar a constituir en un desorden sosegado, y no paz auténtica. El mero hecho de tener durabilidad y ser toleradas internacionalmente confiere a estas situaciones cierta estabilidad política que se parece al orden, pero que no lo es, porque chocan con los principios éticos. De manera que se mantiene el mal, con la falsa esperanza de que el tiempo extinguirá el problema y aplacará los ánimos en ebullición.
Los cálculos de Netanyahu parecieron materializarse con la firma de los llamados “Acuerdos de Abraham” entre Israel, Bahréin y los Emiratos Árabes Unidos en 2020, los cuales fueron facilitados por la Administración Trump, a los que luego se incorporaron Marruecos y Sudán. Hasta hace unos días, parecía que Arabia Saudita también podría unirse y colocar lo que supondría el clavo de oro en el ataúd de la causa palestina. Sin embargo, tras el ataque de Hamás en Simjat Torá, esta suposición también saltó por los aires.
El rapprochement con Arabia Saudita parece haber quedado aparcado sine die, sobre todo porque Irán como rival geopolítico saudita, ha mostrado su apoyo sin fisuras a un Hamás que ante la comunidad islámica se ha promovido como “defensor de la Mezquita de Al Aqsa”. Además, si se materializa la anunciada operación terrestre israelí en Gaza, aumentará la presión interna de los Estados árabes signatarios de los “Acuerdos de Abraham”.
En consecuencia, ha llegado el momento de adoptar un nuevo enfoque. Sin embargo, no hay alternativa sencilla. Las Tzahal no quieren ocupar una Gaza densamente poblada en forma permanente. La idea de una fuerza internacional de mantenimiento de la paz en Gaza también es difícil de imaginar. Y si las Tzahal lograsen destruir a Hamás y la Yihad Islámica en Gaza para luego regresar victoriosas, seguramente resurgirán estas facciones u otras nuevas llenarán el vacío. Irán siempre estará dispuesto a dar apoyo tangible a la facción que muestre voluntad de lucha, resurgiendo una y otra vez el conflicto desde las cenizas. De manera que, la única alternativa realmente viable para Israel es sellar un acuerdo de paz justo, pleno y definitivo con los palestinos.
No obstante, no pueden subestimarse las dificultades de cara al futuro. La Segunda Intifada hizo que una mayoría del público israelí se opusiera a hablar con los palestinos. La indignación nubló sus corazones y mentes, y ya no pudieron concebir a los moderados palestinos liderados por Fatah como socios para la paz. Sobre esto han cabalgado la coalición de partidos ultranacionalistas y ultraortodoxos que apoyan a Netanyahu. Ahora apuestan al dolor causado por el ataque de Hamás en Simjat Torá y los resultados de la campaña militar de castigo en Gaza, para esconder el estrepitoso fracaso de su política. Sin embargo, la historia nos muestra cómo la Guerra de Yom Kippur llevó a la renuncia de la primera ministra Golda Meir en 1974, y al fin de la hegemonía del Partido Laborista en la política israelí con el triunfo del Likud en las elecciones de 1977.
Las encuestas indican que una mayoría de la sociedad israelí considera el ataque de Hamás como un error de Netanyahu y que debe renunciar después de la guerra6. También debería empezar a tomar consciencia de que ha llegado la hora de abordar la cuestión palestina. Este ataque sanguinario se ha producido en el 30º Aniversario de los Acuerdos de Oslo, los cuales deben ser desarrollados como mejor respuesta al trilema de Israel.
Solo una paz auténtica, que descanse en el orden y el sosiego, a través de la concordia y la justicia, llevará seguridad y prosperidad a Tierra Santa. Aquí debemos recordar el realismo de San Agustín, quien afirmó que a diferencia de la paz celestial donde hay perfecta armonía divina, la paz terrenal se refiere a la multiplicidad, al orden y el equilibrio de las voluntades7, y aunque sea difícil de lograr, es el único bien que se multiplica al compartirse8. Por tanto, para alcanzar la paz, Israel necesita interlocutores en Palestina. Al respecto, cabe destacar, la declaración de Mahmud Abbas emitida el 15 de octubre de 2023, señalando que “las políticas y acciones de Hamás no representan al pueblo palestino”.
Desde una perspectiva similar, el cardenal Pietro Parolin señaló:
La paz solo puede construirse sobre la justicia. A los latinos les gustaba decir: Opus iustitiae pax, no puede haber paz entre los hombres sin justicia. Me parece que la mayor justicia posible en Tierra Santa es la solución de los dos Estados, que permitiría a palestinos e israelíes vivir uno al lado del otro, en paz y seguridad, respondiendo a las aspiraciones de la mayoría de ellos. Esta solución, prevista por la Comunidad Internacional, últimamente ha parecido a algunos, en ambas Partes, que ya no es factible. Para otros, nunca lo fue. La Santa Sede está convencida de lo contrario y sigue apoyándola9.
Simjat Torá es una de las festividades de mayor regocijo en el calendario judío, la cual ha quedado terriblemente enlutada este año con el ataque de Hamás. La misma marca el fin y el inicio de un ciclo anual de las lecturas semanales de la Torá, al terminarse de leer el último pasaje del Devarim (Deuteronomio), e iniciarse el primero del Bereshit (Génesis). La reflexión también está muy presente en esta festividad donde convergen un cierre y un nuevo comienzo. Por ahora, Israel se encuentra unida para ejercer su derecho a la legítima defensa, la cual debe cumplir con las reglas que estipula el Derecho Internacional Humanitario. Después, llegará la determinación de responsabilidades y la reflexión de cara al futuro. En el mejor de los casos, esto podría llevar a un nuevo ciclo político, con la llegada de un nuevo Primer Ministro de Israel con visión de paz, o al menos uno que tenga claro que los palestinos no son un problema que puede ser archivado, sino un pueblo vecino con el cual los israelíes deben coexistir. La Comunidad Internacional debe estar atenta para acompañar estos posibles desarrollos, o incluso prepararse para presionar en esta dirección en caso de que no se produzcan espontáneamente, ya que la vuelta al statu quo ante bellum no es viable.
Notas:
1 Entrevista de Andrea Tornielli y Roberto Cetera, “Parolín: el ataque a Israel fue inhumano, que la legítima defensa no afecte a civiles” en Vatican News, Ciudad de El Vaticano, 13 de octubre de 2023 [Disponible en: https://www.vatican- news.va/es/vaticano/news/2023-10/parolin-ataque-contra-israel-inhumano-mediacion-santa-sede.html]
2 Vid. The Economist, Israel’s growing settlements force stark choices about its future, Londres, 2 de febrero de 2019 [Disponible en: https://www.economist.com/graphic-detail/2019/02/02/israels-growing-settlements-force-stark-choices-about-its-future]
3 En una versión intermedia entre la “solución de un Estado binacional, laico, y democrático” y la “solución de dos Estados”, el Profesor de la Universidad de Nueva York, Alon Ben-Meir, ha propuesto la creación de una Confederación entre Israel, Palestina, y Jordania (que tiene intereses intrínsecos en la resolución del conflicto palestino-israelí), donde cada Estado sería independiente, pero administrarían en conjunto a Jerusalén, los asuntos de seguridad y política exterior, y cuestiones de libre comercio y desarrollo. Vid. Alon Ben-Meir, “The case for an Israeli-Palestinian-Jordan Confederation: Why Now and How?” en World Affairs, vol. 185, nº 1, 2022, pp. 9-58.
4 Michael Barnett, Nathan Brown, Marc Lynch, y Shibley Telhami, “Israel’s One State Reality: It’s time to give up the Two State-Solution” en Foreign Affairs, vol. 102, nº 3, mayo-junio 2023, pp. 120-135.
5 Vid. Human Rights Watch, A Threshold Crossed. Israeli Authorities and the crimes of Apartheid and Persecution, Nueva York, 27 de abril de 2021 [Disponible en: https://www.hrw.org/report/2021/04/27/threshold-crossed/israeli-authorities-and-crimes-apartheid-and-persecution]; Amnesty International, Israel’s Apartheid against Palestinians. A look into decades of oppression and domination, Londres, febrero de 2022, [Disponible en: https://www.amnesty.org/en/latest/campaigns/2022/02/israels-system-of-apartheid/].
6 David Rothkopf, The war’s just started, but Benjamin Netanyahu has already lost en The Daily Beast, Nueva York, 16 de octubre de 2023 [Disponible en: https://www.thedailybeast.com/the-wars-just-started-but-netanyahu-has-already-lost].
7 San Agustín, La Ciudad de Dios, Libro XIX, Cap. 17.
8. San Agustín, Sermón 357, párrafo 1.
9. Entrevista de Andrea Tornielli y Roberto Cetera, cit., nota 1.
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Kenneth Ramírez es Doctor en Relaciones Internacionales (Universidad Complutense de Madrid). Profesor universitario (UCV). @kenopina, y Presidente del Consejo Venezolano de Relaciones Internacionales (COVRI). Los puntos de vista expresados no necesariamente son los de EnergiesNet.com.
Nota del Editor: Este artículo fue originalmente publicado por la Revista SIC, el 19 de octubre, 2023. Reproducimos el mismo en beneficio de los lectores. EnergiesNet.com no se hace responsable por los juicios de valor emitidos por sus colaboradores y columnistas de opinión y análisis.
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EnergiesNet.com 21 10 2023