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Promesas sin cumplir -Elda Cantú

Una integrante de los Comandos de la Frontera, fotografiada durante el trabajo de reporteo en el Putumayo en febrero de 2022 (Julie Turkewitz)

Por Elda Cantú

Colombia firmó un acuerdo de paz hace cinco años. La idea era instalar la tranquilidad en un país agobiado por medio siglo de conflicto. La idea era que los guerrilleros de las FARC entregaran las armas y que el gobierno ofreciera oportunidades a las comunidades pobres y marginadas para que ni la coca ni los rifles fueran tan atractivos.

Pero en los últimos años han proliferado decenas de milicias menos comprometidas con una ideología y más interesadas en los beneficios económicos. Estos grupos, que reclutan por igual a exsoldados, exguerrilleros y exparamilitares así como a nuevos integrantes, aprovechan la economía ilegal de las drogas y subyugan a comunidades pobres en la espesura colombiana. También ofrecen vacaciones.

Para explorar esta situación, Julie Turkewitz, la jefa de nuestra corresponsalía de los Andes, y el fotógrafo Federico Rios, pasaron una semana de febrero en un campamento de los Comandos de la Frontera, una de estas milicias. La nota apareció esta semana en la portada del diario.

Le propuse a Julie que compartiera con los lectores de este boletín algunos detalles sobre esa experiencia. Y esto fue lo que escribió para ustedes:


Cuando reportaba esta nota conocimos a una mujer cuyas palabras aún me acompañan. Se hacía llamar “Violeta” en el grupo armado. Tenía 20 años, llevaba frenillos y lápiz labial así como ropa de camuflaje y un rifle. Era víctima del prolongado conflicto de Colombia: a su madre la mataron cuando era una niñita y su padre había pertenecido a las FARC casi toda su vida. Su hermana la crio. Su padre siempre le había dicho, “hija, nunca, nunca le vaya a pasar por la cabeza irse por un grupo militar, no es vida para usted”.

Violeta le prometió a su padre que no seguiría sus pasos. Pero, muerto el padre, ahí estaba: arma en la mano, aprestándose para el fuego enemigo.

Su hermana no la había cuidado tanto, dijo, y creció más que nada como huérfana. Luego de abandonar la escuela empezó a trabajar como niñera, pero con lo que le pagaban era imposible ganarse la vida. Poco después, un amigo mencionó los Comandos, que pagan 500 dólares al mes, el doble del salario mínimo del país. “A veces siento que lo traicioné”, me dijo, refiriéndose a su padre, “pero creo que él entendería”.

La historia de Violeta muestra lo difícil que ha sido —a pesar de un acuerdo de paz histórico— detener los nuevos ciclos de violencia en Colombia. “Es una guerra que ni se sabe cómo empezó ni cómo va a terminar”, dijo Violeta. “Uno está aquí por la plata y porque necesita el trabajo”. — Julie Turkewitz

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Elda Cantú, editora del Foreign Desk en la Ciudad de México escribe El Times, un boletín en español. Trabaja en el Times desde 2018, cuando se incorporó a The New York Times en Español. De 2014 a 2016 fue jefa de redacción de un semanario en El Comercio. Antes de eso, fue directora de Etiqueta Negra, una revista mensual de periodismo narrativo, donde fundó su hermana ambiental, Etiqueta Verde, un trimestral centrado en crónicas y perfiles ambientales. Ha escrito para El Malpensante, Goats and Soda, The New York Review of Books y ha producido episodios de podcast para Radio Ambulante. Los puntos de vista expresados no necesariamente son los de EnergiesNet.com.

Nota del Editor: Este artículo fue originalmente publicado en The New York Times, el 22 de abril, 2022. Reproducimos el mismo en beneficio de los lectores. EnergiesNet.com no se hace responsable por los juicios de valor emitidos por sus colaboradores y columnistas de opinión y análisis.

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EnergiesNet.com 25 04 2022

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