Por Eric Camargo
Venezuela se encuentra en una encrucijada histórica, a medida que el mundo avanza hacia una transición energética inevitable, impulsada por la crisis climática y las nuevas realidades económicas, el país se enfrenta a un futuro incierto; mientras la clase política no presenta una alternativa a la dependencia del petróleo, dejándonos estancados en un pasado extractivista y agresor de la naturaleza.
El 15 de junio la Deutsche Welle publicó un reportaje sobre la estrategia que se ha venido desarrollando en los países del golfo pérsico, los principales productores y exportadores de petróleo; de cara a una inevitable transición energética y para adaptarse al mundo futuro marcado por el Cambio Climático. Sin embargo, parte de estas estrategias no son nuevas, los Emiratos Árabes Unidos son famosos por sus fastuosas inversiones en infraestructura que buscan convertir a sus principales ciudades, Dubái y Abu Dabi, en polos turísticos y de negocios. Más allá de la crítica que se puedan hacer a estos proyectos y estrategias, en las que se puede desarrollar problemas de insostenibilidad, un gran endeudamiento, que muchos proyectos (incluyendo otros países) se fundamentan en mano de obra esclava y semiesclava; lo que da para un gran debate y un trabajo de investigación profundo; queremos enfocarnos en el hecho mismo de tener estrategias.
Las voces críticas desoídas
En Venezuela pocos políticos y pensadores han estado conscientes y realmente preocupados por el problema que representa ser una nación dependiente del petróleo. Alberto Adriani, padre de la frase “sembrar el petróleo” que popularizaría poco tiempo después otro intelectual y político preocupado por el tema, Arturo Uslar Pietri; se enfocaron en la idea de un agotamiento de las reservas petroleras en un futuro, cercano o lejano, que dejaría en extrema vulnerabilidad a la sociedad venezolana. Por otro lado, Juan Pablo Pérez Alfonzo, fue más allá y estudio los efectos socioeconómicos que traía al país vivir de una renta fastuosa que era producida por menos del 5% de la población y que llegaría a representar un cuarto del PIB y hasta el 75% de los ingresos fiscales del país. También podríamos nombrar, más recientemente, al economista Asdrúbal Baptista, quien criticó el modelo de capitalismo rentístico desde la perspectiva liberal del IESA; o a los más heterodoxos pensadores como Edgardo Lander, Fernando Coronil Imber y Francisco Javier Velasco.
A pesar de ello, la crítica al modelo extractivista/rentístico basado en el petróleo o cualquier recurso natural parece ajeno a los grandes discursos políticos y los efímeros proyectos de país que puedan tener cabida en los partidos políticos. Si acaso el gobierno ha enfilado discursivamente sus críticas al rentismo petrolero, pero contradictoriamente el régimen instaurado en 1999 ha sido el que más ha profundizado el carácter rentista y lo utilizó como base para su política social y populista. Con la crisis compleja que se viene desatando desde el 2013 a raíz de la caída de los precios del petróleo y el colapso de PDVSA y su producción, el actual gobierno de corte chavista sigue criticando el modelo rentista pero fundado sobre sus cimientos, intentando mutar la extracción de petróleo a la extracción mineral con el proyecto del Arco Minero, tan conocido actualmente.
Desde la oposición, las voces se han enfilado contra los malos manejos administrativos, la corrupción, la estatización de los contratos y convenios con empresas internacionales, torpeza en las negociaciones en el mercado internacional, uso del petróleo como herramienta política en el Caribe; venta de crudos a futuro por créditos, la venta de activos internacionales y la pérdida de estos por litigios con empresas extranjeras expropiadas; incluso el hecho que PDVSA no fuese privatizada. Pero ninguna crítica sobre el propio modelo rentístico, sobre la dependencia generalizada sobre el petróleo. Huelga decir que mucho menos han existido preocupaciones de carácter ambiental y social sobre los efectos perjudiciales del petróleo.
Se podría decir que las voces críticas al modelo han sido siempre una especie de parias en el campo político, desconocidos totalmente por los voceros de partidos y sus integrantes. Nadie quiere hablar mal de la gallina de los huevos de oro, ni mucho menos proponer que se deben hacer actividades productivas en lugar de extractivas. Mucho menos, pensar más allá de estas concepciones clásicas productivistas e integrar a la naturaleza y un nuevo modelo socioeconómico, porque ni la izquierda más radical del país llegó a cuestionar frontalmente el modelo de Petro-estado construido en el gomecismo.
Crisis climática y ceguera política
Ya se ha escrito por esta vía sobre la incapacidad de la clase política para adaptarse a los nuevos tiempos que corren; como siguen añorando volver a los años 60’s u 80’s y afianzan sus distintos modelos de país con base en la explotación petrolera y producir hasta 6 millones de barriles diarios de petróleo. Incluso surgió una polémica sobre la privatización de PDVSA, empresa que actualmente se encuentra en un estado tan deplorable que difícilmente sea viable una privatización convencional. Lamentablemente en la polémica ningún vocero político tocaría el tema ambiental, climático y el futuro de la explotación de hidrocarburos; pareciese que la crisis ambiental y climática no existiera para ellos, o sus obsoletos modelos económicos y de país no les permiten adaptarse a la realidad actual.
Esta situación es crítica, pues implica que el país se acerca a una situación cada vez más preocupante de precarización y desarticulación socioeconómica. Un país que cifra sus esperanzas de futuro en un modelo que está siendo abandonado a nivel global, que no tendrá correlación con la economía global y que costaría levantarlo (si se hacen las inversiones que seguramente serían a costa de más endeudamiento), más de lo que aportará a la economía nacional. Pero nada de esto es analizado, se cree ciegamente en que seguimos en aquellos 1972 donde los dólares petroleros podían financiar los sueños más extravagantes de los políticos, no hay un análisis serio de la situación compleja a la cual nos dirigimos.
Pero, tampoco hay una reflexión y estudio sobre las consecuencias que vivirá el país con el deterioro ambiental constante y la crisis climática. No se prevé nada sobre la inundación de las ciénagas del sur del Lago, uno de los principales centros agropecuarios de la Venezuela actual y que ya está siendo golpeado por las inundaciones con lluvias torrenciales y que será agravado por el lento avance de las aguas lacustres. O el deterioro de la agricultura y los suelos, así como los efectos de lo imprevisible que se ha vuelto el clima en los últimos años y que seguirá. Nada de eso parece importar, o siquiera, que se tenga conocimiento de su acontecimiento.
¿Es falta de visión? ¿O será falta de inmersión en la realidad? ¿Una carencia formativa que impide digerir la información reciente y plantearse un futuro acorde al presente? ¿O serán los intereses económicos de un sector rentístico que se niega a desaparecer, o adaptarse y pretende subsistir teniendo todo en su contra?
¿Y la Transición Energética?
Mientras en el mundo se habla desde hace ya más de una década de la necesidad de una transición energética, con esfuerzos reales o ficticios; en Venezuela esa transición parece que ni se conoce. Pocos hablan de ello en el campo político, aunque en la sociedad sí han surgido organizaciones, como CECOCESOLA, que hacen esfuerzos por cambiar su patrón energético. Esa transición implica, por supuesto, abandonar progresivamente los combustibles fósiles, es decir, ese producto en el que los políticos venezolanos afianzan el porvenir del país. Esto, claro, es la principal razón por la que están absortos ante las propuestas mundiales de transición, a diferencia de los países del golfo, que ya se preparan para ello, a su manera.
En Venezuela, vivimos una crisis eléctrica sin precedentes, en parte por el modelo centralizado de país, que nos colocó a expensas de un grande mega represa hidroeléctrica, climáticamente neutral, aunque no ambientalmente benevolente. El chavismo promovió una modernización del sistema eléctrico basado en una descentralización, pero claro, dependiente de la quema de petróleo, bastante contaminante. El proyecto fue, sobra decirlo, un fracaso rotundo y un ejemplo bastante esclarecedor de la corrupción endémica de este régimen y como se ha saqueado el país.
Legislación estancada
Venezuela cuenta con una robusta legislación ambiental que es desconocida por la mayoría de la población y hasta por la mayoría del sistema judicial venezolano. Pocos funcionarios cumplen con su deber de guardería ambiental y actualmente hasta los organismos públicos encargados de la protección de territorios y ecosistemas, los degradan y mercantilizan en una subasta pública de bienes naturales. En medio de esta situación de ilegalidad y violación del derecho ambiental constante, también está la necesidad de construir una legislación que exija al Estado y al empresariado adaptarse a la urgencia del cambio climático.
Es posible que mediante una ley que obligue a la reducción de las emisiones y de la producción de hidrocarburos, motive a una mayor creatividad en la clase política de cara al futuro y proyecto de país que se plantean. Actualmente, se inició un proceso de discusión de ley orgánica sobre Cambio Climático, bastante escueto a decir verdad y que no avanzó más, quedando desde 2021 en el olvido de las comisiones legislativas al no ser una prioridad del bando gobernante.
Urgencia imperante
Esta campaña presidencial, así como toda campaña política venezolana, pone en evidencia una clara necesidad; una clase política que tenga la suficiente madurez intelectual y social para afrontar los retos del país. Que pueda imaginarse un país más allá del petróleo, así como todos los retos que implica eso; que la reconstrucción y el esfuerzo que implica levantar un país desolado, no sea en un modelo caduco y que seguirá generando pasivos ambientales que aún deben resolverse. Si no levantar un modelo cónsono con la problemática ambiental, que defienda la naturaleza y los medios que sostienen la vida; que priorice a las personas por encima del interés de un grupo y que no se fundamente en vivir de la renta producida por un pequeño sector de la sociedad.
Una urgencia que se hace clamorosa conforme avanza el tiempo y el país se sigue estancando, quedándose atrás de cara a las necesidades de mitigación y cambio climático. Pareciese que el problema, como la mayoría de las ocasiones en este país, será atendido cuando ya nos golpeé y las vidas humanas perdidas se empiecen a contar por cientos de miles. Una constante muy venezolana, el esperar al que el problema se vuelva inabarcable y se lleve toda la atención por sus niveles catastróficos, para así tomar las medidas preventivas que debían haberse ejecutado tiempo atrás
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Erick Camargo, es historiador, abogado, y actualmente articulista corresponsal del Observatorio de Ecología Política de Venezuela – OEPV. Los puntos de vista expresados no necesariamente son los de EnergiesNet.com.
Nota del Editor: Este artículo fue originalmente publicado en OEPV, el 7 de junio del 2024. Reproducimos el mismo en beneficio de los lctores. EnergiesNet.com no se hace responsable por los juicios de valor emitidos por sus colaboradores y columnistas de opinión y análisis.
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EnergiesNet.com 08 08 2024