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La disputa por el Esequibo, una maniobra de la Guerra Fría, regresa – Simón Romero/NYTimes

Rómulo Betancourt, un expresidente de Venezuela, en 1958. En la década de 1960, inició una disputa que reclamaba más de la mitad del territorio de Guyana.(Tad Szulc/The New York Times)
Rómulo Betancourt, un expresidente de Venezuela, en 1958. En la década de 1960, inició una disputa que reclamaba más de la mitad del territorio de Guyana.(Tad Szulc/The New York Times)

Por Simón Romero

La reivindicación de Venezuela de la mayor parte del territorio de Guyana se ha hecho contra izquierdistas y por izquierdistas. Ha tenido que ver con el colonialismo, el nacionalismo y el petróleo.

En lo profundo de la Guerra Fría, en la década de 1960, Caracas estaba en vilo.

Las guerrillas marxistas de Venezuela obtenían armas y entrenamiento de la Cuba de Fidel Castro. A lo largo de la frontera oriental venezolana, los líderes anticolonialistas de lo que por entonces era la Guayana británica promovían la independencia.

Alarmado ante la posibilidad de que un líder guayanés pudiera crear una cabeza de playa cubana en la costa de Sudamérica, a Rómulo Betancourt, en ese momento presidente de Venezuela, anticomunista acérrimo, se le ocurrió una estrategia que atemperó el impulso independentista: su gobierno revivió en las Naciones Unidas una reivindicación profundamente arraigada para reclamar más de la mitad del territorio guayanés.

Ahora, esa disputa territorial por el Esequibo —una región guyanesa poco poblada y rica en petróleo casi del tamaño de Florida— ha vuelto a la vida. Este mes, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, mostró nuevos mapas que presentan a la región como parte de Venezuela, nombró como autoridad única provisional a un mayor general del ejército y ofreció documentos de identidad venezolanos a la gente que vive en la región escasamente poblada.

El interés renovado en la reivindicación deja ver lo mucho que ha cambiado en esta parte de Sudamérica desde la Guerra Fría, y lo mucho, pese al paso del tiempo, que se mantiene igual.

La lucha contra el comunismo alineó a Betancourt con Washington en la década de 1960, cuando Venezuela era un oasis democrático en una región que sucumbía ante dictaduras militares.

Estos días, Venezuela está liderada por un gobierno autoritario de inspiración socialista aliado de Cuba e Irán. El país, tambaleándose por un colapso económico que ha generado un éxodo migratorio hacia Estados Unidos, se ha convertido en una molestia para Washington.

Guyana, uno de los países más pobres de Sudamérica, ahora se jacta de tener una de las economías de más rápido crecimiento en el mundo.

Los descubrimientos importantes realizados por el gigante petrolero estadounidense Exxon Mobile están tornando a un país pequeño en una potencia energética mundial al aumentar de manera vertiginosa la producción de petróleo.

En cambio, la industria petrolera Venezuela, que alguna vez estuvo en auge, ha resultado afectada por mala gestión, sanciones y una infraestructura en decadencia.

Pronto, Guyana “va a estar produciendo más petróleo que Venezuela”, dijo Phil Gunson analista del International Crisis Group que vive en Caracas.

“Piensa en lo que va a causar en la geopolítica de Sudamérica cuando Guyana sea como otro Catar”, añadió Gunson, haciendo un paralelo con el pequeño país del Medio Oriente que ha usado su riqueza energética para mejorar su posición internacional.

Los enormes recursos naturales del Esequibo son un factor en la disputa territorial: el gobierno de Venezuela ha intensificado las denuncias contra ExxonMobil, al tiempo que avanza para empezar su propio proceso de subasta de licitaciones petrolíferas en territorio guyanés que Venezuela no controla.

Al recrudecer las tensiones, Estados Unidos aumenta su cooperación militar con Guyana a fin de mejorar la “preparación y capacidades militares para responder a las amenazas a la seguridad” del país angloparlante.

El presidente de Guyana, Irfaan Ali, a la izquierda, y el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro (Keno Georgefederico Parra/AFP)
El presidente de Guyana, Irfaan Ali, a la izquierda, y el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro (Keno Georgefederico Parra/AFP)

Por ahora, los enfrentamientos materiales entre Venezuela —que según calcula la CIA cuenta con alrededor de 150.000 integrantes de personal militar en activo— y Guyana, que solo tiene unos 3000, parecen poco probables. Los analistas políticos de Venezuela argumentan que Maduro básicamente está utilizando esta disputa para acumular apoyo antes de las elecciones del próximo año.

La semana pasada, Maduro se reunió con su homólogo guyanés, el presidente Irfaan Ali, en San Vicente y las Granadinas, donde se dieron la mano y se sentaron frente a frente. Acordaron no emplear la fuerza y volverse a encontrar, pero Maduro sostuvo el reclamo territorial.

John Kirby, vocero del Consejo de Seguridad Nacional de EE. UU., dijo que las autoridades estadounidenses seguían la disputa “muy muy de cerca” y dejó claro que el gobierno estadounidense consideraba que un acuerdo de 1899 que estableció los límites entre Venezuela y Guayana británica “debe ser respetado”.

“No queremos ver que esto llegue a los golpes”, dijo en una sesión con periodistas este mes.

Al mismo tiempo, las tensiones complican los esfuerzos del gobierno de Biden para distender las relaciones con Venezuela. Recientemente, Estados Unidos retiró sanciones a la industria petrolera venezolana, en un intento por aumentar el flujo de petróleo procedente de Venezuela y a fin de mejorar la maltrecha economía del país. Y el miércoles, la gestión de Biden anunció la liberación de un aliado de Maduro acusado en un caso de sobornos a cambio de liberar a unos ciudadanos estadounidenses que estaban encarcelados en prisiones venezolanas.

Pero al revivir la disputa territorial, Maduro atrae llamados para que se vuelvan a imponer las sanciones.

“Cuando el presidente Biden le dio una pulgada, Maduro agarró una milla”, dijo Roger Wicker, senador por Misisipi, el republicano de más alto rango en el Comité de Servicios Armados del Senado. “Y sin rendición de cuentas, está agarrando más”.

En un momento en que el gobierno de Biden enfrenta presiones en Washington, la disputa y el renovado interés de Estados Unidos, está avivando viejos temores de cuando Guyana todavía era una colonia británica y Venezuela estaba amenazándolos por una parte de su territorio.

“La ironía es que la disputa que hoy llega a los titulares tiene su origen en el anticomunismo de Venezuela en la década de 1960”, dijo Tamanisha J. John, académica guyanesa de política de la negritud en la Universidad de York en Toronto.

Este mes en Caracas, integrantes del gobierno venezolano desvelaron un mapa actualizado del país que incluye a la región del Esequibo como parte de Venezuela.(Gaby Oraa/Getty)
Este mes en Caracas, integrantes del gobierno venezolano desvelaron un mapa actualizado del país que incluye a la región del Esequibo como parte de Venezuela.(Gaby Oraa/Getty)

Cuando Venezuela reclamó territorio guayanés durante la Guerra Fría, Estados Unidos buscó distanciarse públicamente, con el argumento de que las diferencias entre ambos países debían dirimirse en organismos jurídicos internacionales, tal como actualmente indica el Departamento de Estado de EE. UU.

Pero tras bambalinas, Estados Unidos estaba tan preocupado como Venezuela de que Cheddi Jagan, un dentista educado en EE. UU. que fue primer ministro de Guayana británica y era considerado por algunos como un izquierdista radical, pudiera ejercer el poder tras la independencia de Guyana.

La CIA desplegó acciones encubiertas en Guyana a fin de disminuir las probabilidades de Jagan, entre ellas el financiamiento secreto de huelgas laborales y el apoyo a su adversario, Forbes Burnham, según consta en documentos desclasificados obtenidos por el Archivo de Seguridad Nacional, un instituto de investigación en la Universidad George Washington.

En un momento de 1964, la CIA discutió un golpe propuesto con el objetivo de derrocar al gobierno de Jagan, en el que él y su esposa serían “secuestrados y escondidos en Venezuela”, según un cable de la CIA.

Al final, la CIA se decantó por su campaña encubierta y trabajó con agentes británicos de inteligencia para asegurarse de que Burnham, percibido como más dócil a los intereses de EE. UU., fuera el líder de Guyana.

Una vez que Guyana logró la independencia en 1966, con Burnham al mando, el beneplácito de Washington con este resultado fue efímero. Burnham viró a la izquierda y presidió un gobierno autoritario que adoptó su propia versión del socialismo. Permaneció en el poder hasta su muerte, en 1985.

En 1969 fracasó un levantamiento separatista en Guyana llamado la Rebelión de Rupununi, suscitando acusaciones de que Venezuela intentaba fomentar la agitación en la joven nación independiente.

La disputa territorial quedó en gran parte en el olvido hasta 1982, cuando otro presidente venezolano, Luis Herrera Campíns la revivió al enfrentar una popularidad en declive previo a unas elecciones.

La política del país se flexibilizó considerablemente durante el gobierno de Hugo Chávez, líder de una revolución de inspiración socialista. Chávez visitó Guyana en 2004 y Venezuela exportaba petróleo subvencionado a Guyana a cambio de arroz guyanés.

Incluso Chávez reafirmó la idea que por mucho tiempo se ha sostenido en Guyana de que Estados Unidos había presionado a Venezuela para que utilizara la reclamación territorial para afectar a Jagan y, posteriormente, contra Burnham.

Pero Chávez no retiró la reivindicación de Venezuela, en un reflejo de lo arraigado del tema en el país, donde abundan los libros sobre la disputa de la región del Esequibo.

“Da igual quién está en el poder en Venezuela, sea de izquierda o derecha”, dijo Jan Mangal, un exasesor en materia de hidrocarburos para David Granger, el anterior presidente de Guyana. “El Esequibo siempre será un balón político que van a utilizar”.

La disputa se remonta a hace dos siglos, y en 1899 un tribunal en París trazó la frontera reconocida internacionalmente. Pero una carta de uno de los abogados de Venezuela en el tribunal, publicada en 1949, sugería que el resultado era nulo porque implicaba un acuerdo secreto entre el Reino Unido y Rusia.

Más del 95 por ciento de los electores venezolanos respaldaron el referéndum sobre la región del Esequibo este mes,  aunque la participación fue baja. (Miguel Gutierrez/EPA vía Shutterstock)
Más del 95 por ciento de los electores venezolanos respaldaron el referéndum sobre la región del Esequibo este mes,  aunque la participación fue baja. (Miguel Gutierrez/EPA vía Shutterstock)

En Venezuela, los oponentes de Maduro también han aprovechado el reclamo territorial. María Corina Machado, quien ganó las elecciones primarias para enfrentar a Maduro por la presidencia el próximo año, viajó en canoa al Esequibo en 2013, en un esfuerzo por impulsar la reivindicación venezolana.

Maduro, retomando el tema con toda su fuerza, organizó un referendo el mes pasado sobre la disputa. El gobierno informó que más del 95 por ciento de los votantes apoyaron el reclamo, aunque los analistas dijeron que la participación fue mucho menor de la esperada.

Después, el fiscal general de Venezuela acusó de traición a varias figuras importantes de la oposición y ordenó sus detenciones, bajo el argumento de que habían tomado dinero de ExxonMobil para sabotear el referendo. ExxonMobil no pudo ser contactada inmediatamente para hacer comentarios.

Mientras tanto, Guyana, con una población de solo unos 800.000 habitantes, se está dando a conocer con rapidez gracias a su administración de los recursos del Esequibo. Venezuela, con 28 millones de habitantes, produce actualmente unos 800.0000 barriles de petróleo al día, alrededor del doble que produce Guyana. Pero se espera que la producción guyanesa aumente a 1,2 millones de barriles al día, según la Agencia Internacional de la Energía.

Estar inundados en petróleo, sin embargo, no ofrece mucho consuelo, pues la disputa arroja también una sombra.

Fay DeYoung, de 63 años, guyanesa y propietaria de un balneario junto a un lago en el Esequibo, dijo que se iría de ahí con tal de no vivir bajo control de Venezuela.

“Ya nos decidimos: si tenemos que irnos, nos vamos”, dijo. “Simplemente vamos a dejar todo y a correr”.

Anselm Gibbs colaboró con este reportaje desde Guyana e Isayen Herrera, desde Venezuela.

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Simon Romero is a correspondent for The New York Times in Mexico City, covering Mexico, Central America and the Caribbean. Mr. Romero previously served as Brazil bureau chief and Andean bureau chief for The Times. In those postings, he wrote about Brazil’s political upheaval, oil nationalism in Venezuela, deforestation in the Amazon River Basin, drug wars in the Andes, Colombia’s guerrilla insurgencies and the shifting geopolitics of Antarctica. Los puntos de vista expresados no necesariamente son los de EnergiesNet.com.

Nota del Editor: Este artículo fue originalmente publicado en The New York Times,  el 21 de diciembre, 2023. Reproducimos el mismo en beneficio de los lectores. EnergiesNet.com no se hace responsable por los juicios de valor emitidos por sus colaboradores y columnistas de opinión y análisis.

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EnergiesNet.com 26 12 2022

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