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¿Qué es la COP27? Y más preguntas sobre la gran cumbre climática de la ONU – NYTimes

Mientras el mundo lucha por controlar el calentamiento global, los diplomáticos se reunirán en Egipto para estas conversaciones climáticas. Presentamos algunos datos clave sobre el evento.

(Illustration: Alanah Sarginson)

Lisa Friedman, NYTimes

WASHINGTON
EnergiesNet.com 03 11 2022

Los líderes mundiales se reunirán en Sharm el-Sheij, Egipto, a partir del 6 de noviembre, para sostener dos semanas de negociaciones sobre el clima, mientras las naciones batallan para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en medio de la crisis energética global, la guerra en Europa y la inflación creciente.

Las Naciones Unidas convocan a esta conferencia cada año. En la edición del año pasado en Escocia, los países reunidos estuvieron de acuerdo en que debían tomar medidas adicionales de inmediato para prevenir un aumento peligroso en la temperatura mundial. Por desgracia, esas acciones rápidas no se han concretado y las consecuencias del cambio climático, como inundaciones mortíferas en Pakistán, sequía en Estados Unidos, hambruna en África y olas de calor en Europa, son dolorosamente evidentes.

Se espera que las tensiones entre los países ricos contaminantes y las naciones pobres que sufren más las consecuencias climáticas en torno a la pregunta de quién debe pagar los costos del calentamiento global marquen esta conferencia, conocida como COP27.

Esto es lo que hay que saber:

Las fechas oficiales de la conferencia son del 6 al 18 de noviembre. No obstante, las negociaciones se caracterizan por ser problemáticas, por lo que se espera que se prolonguen.

Las reuniones sucederán en Sharm el-Sheij, un poblado turístico de Egipto en la costa del mar Rojo.

El evento se realizará en dos sitios principales: la zona azul y la zona verde. En la zona azul, con sede en el centro internacional de convenciones de Sharm el-Sheij al sur del centro de la población, se sostendrán las negociaciones oficiales. Ese espacio estará gestionado por Naciones Unidas y está sujeto a las leyes internacionales.

Del otro lado de la calle, en el jardín botánico del Parque de la Paz, estará la zona verde. El gobierno egipcio se encargará de esa área y estará abierta al público.

COP es la sigla de la Conferencia de las Partes, y las “partes” son las 197 naciones que suscribieron la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en 1992.

Las 197 partes, incluido Estados Unidos, ratificaron el tratado que busca evitar una “interferencia antropogénica peligrosa en el sistema climático” y estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Cada año, el órgano de Naciones Unidas responsable del clima convoca a esos gobiernos con el fin de dialogar sobre posibles opciones para lidiar en conjunto con el cambio climático.

Esta es la ocasión número 27 en la que se reúnen los países firmantes de la convención… de ahí su nombre, COP27.

El objetivo de la conferencia de este año es controvertido. Los países ricos quieren concentrarse en estrategias para ayudar a las naciones en desarrollo a reducir el uso de combustibles fósiles y realizar la transición a energías renovables.

Los países en desarrollo buscan un compromiso con respecto al dinero que necesitan para enfrentar los desastres que han sufrido por el clima. Específicamente, los países pobres quieren un nuevo fondo que cubra conceptos como la reubicación de poblados vulnerables o que ayude a compensar el crecimiento económico perdido debido a inundaciones, tormentas y olas de calor cada vez más graves. Las naciones industrializadas, entre ellas Estados Unidos, han expresado su oposición a la idea de un nuevo fondo, en parte porque temen que se les adjudiquen responsabilidades legales por los daños causados por el cambio climático, que aumentan a un ritmo alarmante.

Se trata de la primera cumbre climática celebrada en África desde 2016. Muchos diplomáticos expresaron su esperanza de que sea una ‘COP africana’ no solo por su ubicación, sino por su enfoque ya que las naciones africanas enfrentan algunos de los impactos más graves del cambio climático.

Se espera que más de 35.000 delegados asistan al evento, incluido el presidente estadounidense Joe Biden y más de 100 jefes de Estado, según el organismo de Naciones Unidas responsable del clima. Es un grupo más reducido que el de la cumbre del año pasado en Glasgow, que reunió a 120 líderes mundiales y a más de 40.000 participantes registrados. Sin embargo, para un año en que no se espera ninguna decisión oficial trascendente, es un número importante.

Las protestas climáticas forman parte del corazón y el alma de las negociaciones anuales. En años anteriores, los activistas realizaron marchas, huelgas de hambre, sentadas y otras formas de desobediencia civil para enfatizar la urgencia de la crisis climática.

Este año, un número creciente de egipcios están convocando a protestas cuando los líderes mundiales estén en Sharm el Sheikh para resaltar el pésimo historial de derechos humanos de Egipto. Pero como el gobierno del presidente Abdel Fattah el Sisi básicamente prohibió todas las manifestaciones y criminalizó la libertad de reunión, esas manifestaciones parecen poco probables.

En mayo, el ministro de Relaciones Exteriores de Egipto, Sameh Shoukry, dijo que Egipto permitirá algunas manifestaciones durante la COP27, aunque en “una instalación adyacente al centro de conferencias” y no en las salas de negociación o en las calles de Sharm el Sheikh. Los activistas ambientales dijeron que las medidas enérgicas implementadas por el gobierno egipcio les causan temor.

La primera COP se realizó en Berlín en 1995, después de que una masa crítica de naciones ratificó la convención sobre el clima. Fue un parteaguas y sentó las bases para que, dos años más tarde, se aprobara el Protocolo de Kioto, que en esa época fue un convenio global revolucionario en los temas sobre el clima.

Pero el Protocolo de Kioto solo estableció el compromiso de los países ricos e industrializados de limitar y reducir las emisiones, mientras que a los países en desarrollo, entre ellos las economías emergentes destacadas como China, la India y Brasil, solo se les pidió reducir las emisiones voluntariamente.

El Senado estadounidense se opuso al protocolo por voto unánime, al igual que el presidente George W. Bush, lo que marcó el arranque de casi dos décadas de discusiones con el propósito de identificar a las naciones con mayor responsabilidad para resolver el problema del cambio climático. En 2015, el gobierno de Barack Obama le puso fin a ese estancamiento y lideró a casi 200 países que firmaron el revolucionario Acuerdo de París. Por primera vez, tanto los países ricos como los pobres convinieron en actuar, aunque a distintos ritmos, para abordar los problemas del cambio climático.

Estados Unidos se retiró del Acuerdo de París durante el mandato del presidente Donald Trump, pero el gobierno de Biden volvió a suscribirlo.

Aunque varios líderes aceptaron compromisos enormes en París, los países no han tomado suficientes medidas para prevenir los peores efectos del cambio climático. En Glasgow el año pasado, las naciones prometieron ser más ambiciosas, y algunas han cumplido esa promesa. Por desgracia, un informe reciente de Naciones Unidas reveló que solo una veintena de países han dado un paso más y se han comprometido a aplicar medidas más estrictas.

Científicos, activistas y líderes de muchos países concuerdan en que se necesita mayor ambición, a pesar de que los países ya han comenzado a cumplir sus planes de reducir las emisiones.

La COP26 dio como resultado el Pacto Climático de Glasgow, un acuerdo entre casi 200 naciones. En ese acuerdo se les “pide” a los países “revisar y fortalecer” sus objetivos de emisiones para finales de 2022 con el propósito de alinearlos con la meta de limitar el aumento de temperatura global a 1,5 grados Celsius (2,7 grados Farenheit), con respecto a los niveles previos a la Revolución Industrial.

También subrayó que los países ricos no habían cumplido el compromiso, hecho ya hace una década, de ayudar a entregar 100.000 millones de dólares al año en financiamiento climático para 2020, y los instó a “por lo menos duplicar” su apoyo a la adaptación para 2025.

Además de las negociaciones formales, varios países y empresas concretaron decenas de acuerdos. Más de 100 países convinieron en reducir durante esta década sus emisiones de metano, un potente gas que calienta al planeta, en un 30 por ciento. Otros 130 países se comprometieron a detener la deforestación para 2030 y destinar miles de millones de dólares a esta meta. Decenas de países prometieron retirar gradualmente sus plantas de carbón y reducir la venta de vehículos de gasolina en las próximas décadas.

No. Sin embargo, algunos han comenzado a hacerlo. Estados Unidos, por ejemplo, aprobó este año una ley que contempla la inversión de 370.000 millones de dólares para lograr que el país deje de utilizar combustibles fósiles y adopte energía libre de emisiones como la solar, eólica y nuclear. Se espera que estas medidas ayuden a que Estados Unidos se acerque a su objetivo (aunque no lo logre por completo) de reducir, para 2025, las emisiones por lo menos un 50 por ciento por debajo de los niveles de 2005.

Es importante porque, pasado ese umbral, los científicos afirman que aumenta muchísimo la probabilidad de que ocurran impactos climáticos catastróficos (como olas de calor letales, escasez de agua, pérdida de cultivos y colapso del ecosistema). El planeta ya se ha calentado alrededor de 1,1 grados Celsius.

Si queremos limitar el calentamiento a 1,5 grados Celsius, es necesario que todos los países reduzcan sus emisiones más rápido, y en mayor medida, que en la actualidad.

Las pérdidas y los daños son los impactos climáticos que los países están experimentando en este momento pero a los que no pueden adaptarse, en particular las naciones pobres que han contribuido en menor grado al calentamiento global. Se trata, por ejemplo, de encontrar refugio para los más de 30 millones de personas en Pakistán que fueron desplazadas por las inundaciones. O reubicar a las comunidades en Fiji lejos de las costas que están bajo el agua debido a la subida del nivel del mar.

¿Quién debe pagar esos y otros costos, y cómo? Esas preguntas podrían provocar un intenso debate en la COP27.

Esta conferencia pondrá a prueba a la comunidad internacional y revelará si puede responder a la creciente urgencia de la crisis.

Alden Meyer, activista ambiental y analista político que ha asistido a 25 de las 26 COP pasadas señaló que las negociaciones globales deben evolucionar de las discusiones sobre los tratados legales a la verdadera ayuda para que los países cumplan su compromiso de emisiones a tiempo y así evitemos más catástrofes climáticas y logremos proteger a las naciones más vulnerables.

“Las COP tienen una cultura de ganadores y perdedores, de juegos de amenazas, regateos y negociaciones”, explicó Meyer. “Todavía no está claro si quienes vienen a las COP siquiera son quienes cuentan con las facultades necesarias para transformar la cultura, poner manos a la obra y asegurarse de lograr resultados acelerados para la transformación que debe ocurrir”.

Lisa Friedman reporta sobre la política ambiental y climática federal desde Washington. Ha escrito sobre los esfuerzos del gobierno de Donald Trump para derogar las regulaciones sobre el cambio climático y limitar el uso de la ciencia en la formulación de políticas. @LFFriedman

nytimes.com 3 11 2022

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